El reloj biológico
Nuestro cuerpo funciona como relojito: normalmente la temperatura corporal y el ritmo de secresión de hormonas se modifican horas antes de despertar; nuestro sistema digestivo se pone en marcha tiempo antes de la hora de la comida; nuestro sistema cardiovascular se prepara de antemano cada noche para el cambio de postura.
Sin embargo, en viajes en que se traspasan varios husos horarios o en los trabajos en los que se rota turnos, este reloj se desfasa produciendo alteraciones en la salud, tales como insomnio, irritabilidad, y dolor de cabeza.
Se estima que unos 60 millones de trabajadores en el mundo están sometidos a turnos rotativos. La alteración más usual que se encuentra en ellos es la del sueño. El cambio frecuente de turnos horarios de trabajo lleva a la colisión de los ritmos biológicos, ante la carencia de sueño reparador, y el ritmo circadiano de sueño.
Los accidentes nucleares de Chernobyl en la Unión Soviética y de Three Mile Island en los Estados Unidos, así como el escape de gas tóxico en la planta de Bhopal, en la India, ocurrieron en horas tempranas de la mañana (cuando todo mundo anda bien apendejado porque debería estar durmiendo).
Digamos que lo importante es hacer siempre todo a nuestras horas, si no, nadie nos asegura que no provocaremos una fusión nuclear.